14 de mayo de 2018

Mediación intergeneracional en familias migrantes reagrupadas: ¿dónde pertenece el adolescente de una familia migrante?

 

Gregorio GullónEl pasado 11 de mayo, UNAF tuvo la ocasión de participar como ponente en las VII Jornadas de Atención Socio-Sanitaria Infanto Juvenil, organizadas por el Ayuntamiento de Madrid, presentando nuestra experiencia en el Servicio de Mediación Familiar a Familias con Hijos e hijas Adolescentes en la atención a familias migrantes que llevan a cabo un proceso de reagrupación, tras años de separación. El momento de retomar la convivencia suele coincidir en muchas ocasiones con la entrada en la adolescencia de los menores.

Una reflexión que a buen seguro todos tenemos clara es que un adolescente sólo se puede diferenciar de su familia desde la pertenencia, desde un vínculo seguro con sus padres progenitores. Pero la pregunta que nos hacemos es: ¿Dónde pertenecen los adolescentes de una familia migrante? ¿Pertenece a la familia que se quedó o a la familia que emigró?

Una de las características de este tipo de familias es la existencia de múltiples figuras de apego, no sólo la madre o el padre, sino las figuras cuidadoras en origen.

Podemos preguntarnos, para comenzar, si las familias que son separadas por las migraciones en etapas evolutivas cruciales, como la infancia, continúan siendo “familias”, ¿o son más bien un “recuerdo de familia”, como nos decía Celia Falicov, que se vuelve más vago a medida que ha pasado mucho tiempo de separación?

El reencuentro entre progenitores e hijos/as, tras años de separación, es más bien un encuentro entre extraños. ¿Qué son sino una madre y un hijo que se separaron siendo éste un niño y vuelven a convivir siendo un adolescente? Es el roce y las rutinas diarias, el “así se hacen las cosas en mi familia”,  lo que crea el sentimiento de identidad. Y la emigración obstaculiza que se generen estas rutinas diarias (de comidas, de ocio, de higiene), y el sentimiento de identidad compartida.

Asimismo, las separaciones y los reencuentros ponen a toda la familia en una situación de ambigüedad. Hay poca claridad sobre quién forma parte o no de la familia, o incluso confusión respecto a quién es la madre. ¿La madre biológica o la abuela que les ha cuidado desde que eran bebés?

Pauline Boss llama a esta situación “fronteras familiares ambiguas”. Esto lo vemos en niños que llaman mamá a dos mujeres (la madre, y su cuidadora, que puede ser la abuela, una tía…), como una forma de abordar las pérdidas.

Se trata de una definición flexible de familia, con múltiples apegos, donde “mamá” es un término genérico para cualquier persona cuidadora significativa.

Esto puede entrañar cierta confusión acerca de la figura materna, dependiendo del significado que le dé la madre (y esto a su vez va a estar relacionado con el tipo de relación que tenga con la cuidadora, si es una relación de celos, de competencia, etc.).

Salvador Minuchin nos hablaba del triángulo protector. Este triángulo está conformado por la madre, el niño, y la figura cuidadora o madre sustituta. Cuando el niño llama mamá a ambas, y ambas se sienten cómodas, hablaríamos entonces de un triángulo positivo.

Pero en otras ocasiones la madre puede sentir que su propia madre o su suegra están intentando suplantarla y retener al niño, saboteando la relación de ella con su hijo. (Sería aquí interesante hablar de la historia de la madre en su Familia de Origen, el tipo de apego con su propia madre, que nos ayudarían a entender todo esto mucho mejor). En muchas ocasiones, vemos que, aparte de los motivos económicos para emigrar, hay otros subyacentes, como pueden ser un corte emocional que ponga distancia con su familia de origen, o escapar de una relación abusiva.

¿Cómo ayudamos a las familias?

Se suele recurrir al servicio de mediación familiar en el momento del reencuentro familiar. Y las dificultades que suelen traernos las familias son:

  • Desacuerdo entre los progenitores sobre el/la menor, en cómo aplicar la disciplina o la autoridad.
  • Rechazo del/de la menor hacia uno de los progenitores o hacia las nuevas parejas de estos, si las hay.
  • Dificultad de la madre o el padre para ejercer un rol de autoridad, por culpa de la separación (esta culpa puede provenir del reproche de los hijos/as por el abandono y la falta de cuidado tras la migración), o por miedo a perturbar aún más al hijo o hija que acaba de llegar.
  • O lo opuesto; padres o madres que utilizan una autoridad excesiva en una búsqueda de la obediencia de su hijo o hija y el refuerzo de su rol parental, que puede estar en entredicho al haber sido dicho rol ejercido por otras personas durante los años de separación. Esto lleva en muchas ocasiones a un exceso de control sobre los hijos e hijas, lo cual sólo genera luchas improductivas de poder. Pero focalizarse en el control únicamente sin la base de una buena vinculación previa, conduce sí o sí al fracaso de la relación.

En la mayoría de las ocasiones se demanda nuestra intervención cuando se produce la reagrupación, y la demanda es por el hijo o la hija que presenta dificultades. Pero una intervención efectiva, en realidad, debería comenzar en el mismo momento en que se toma la decisión de emigrar, empezando por la elección de la figura cuidadora en el país de origen, cómo se va a comunicar a los hijos la partida, etc.

Por otro lado, es un hecho constatable que existe una feminización de la pobreza y de la migración. De ahí que en numerosas ocasiones sea la madre quien emigre sola y que, por tanto, recaiga sobre ella la responsabilidad de la economía familiar.

En el servicio de mediación familiar vemos que en muchas ocasiones la reagrupación de los hijos o hijas se produce en el marco de la monomarentalidad con todas las dificultades que eso comporta, como las económicas, la falta de apoyo en la crianza, de fusionalidad, etc.

Son, sin duda, situaciones complejas pero en cualquiera de los casos es importante tener siempre en cuenta a figuras como las personas cuidadoras sustitutas en el país de origen o a personas significativas que las/los menores dejaron atrás para reunirse con sus progenitores. Porque la familia que existe en la cabeza es más importante que la que refleja el libro de familia.

 

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